DANIEL VARGAS OLARTE - danielvargasolarte@yahoo.es
Politólogo/Abogado investigador UN Bogotá DC
Qué pasaría si cada año una sombra dibujara la imagen de Cristo en la fachada del Vaticano, o la imagen de Mahoma apareciera en la Kaaba o casa de Dios en la Meca. Se podría especular, que los fanáticos defenderían tal imagen como prueba de la verdad de su creencia. Tal prueba, no esta presente periódicamente en estas religiones, pero si en otra cultura algo más arcana.
En México, el gobernante-dios de los mayas se presenta físicamente por medio de una combinación de luz y sombra en una pequeña pirámide, que plasmada en el costado de uno de los pretiles toma forma de serpiente. El gobernante es Kukulkán, serpiente-ave o serpiente emplumada en castellano. El gobernante maya desciende como ave invisible y lentamente se transforma en serpiente visible a través de una sombra formada en los escalones que de la cima al suelo tiene la pirámide construida para su culto.
Sol y tierra se unen para eternizar a Kukulkán. Esta manifestación presente desde el siglo XII que no es considerada de manera generalizada como la prueba de una religión verdadera, posee la virtud de la humildad, no busca ser impuesta a la fuerza, sino que de manera ininterrumpida se presenta en los equinoccios de marzo y septiembre para quienes quieran observarla, o evaluarla como en el caso de quien escribe.
Palpé la cabeza de la serpiente en junio de 2012, año de ruptura en la cosmología maya, pocas semanas después conocí la información de estos párrafos. La serpiente ave sobrevuela todo el año y en los equinoccios toca la tierra. Los arquitectos mayas, construyeron un edificio útero, lo hicieron de roca, el material más duradero que tenían a su alcance, con exactitud ubicaron el templo para que en forma incesante, el ave se transformara en serpiente de piedra. Su conocimiento no estaba fragmentado en astronomía, arquitectura o religión, su acción partía del deseo, la idea y la unidad hasta llegar al ser.